La producción cartelística de la primera mitad de la contienda no tiene precedentes en España, tanto por la cantidad como por la calidad artística del cartel litográfico que se imprimió en un periodo tan corto de tiempo sobre un tema tan específico. Durante los tres años de guerra, en el lado republicano se imprimieron alrededor de 3.500 carteles litográficos distintos. Esta cifra representa más de tres carteles por cada uno de los 1.000 días que duró la guerra.
La gran diferencia en calidad y cantidad de artistas nos ha dejado para la historia un balance muy desigual a favor del bando perdedor.
El cartel es un producto que se consume fijado en la pared, y a partir de este momento se hace prácticamente irrecuperable. Durante los años de posguerra a la dificultad de conservación propia del cartel se añadió el riesgo que representaba su tenencia. El simple hecho de poseer carteles republicanos en España durante el franquismo era considerado delictivo y conllevaba serio riesgos para el depositario. No era el momento de recordar la guerra a base de coleccionar carteles republicanos, y menos aún de exponerlos. Todo ello explica la rareza y el desconocimiento de una buena parte de ellos, pese a ser tan recientes.
Hoy en día, fuera de nuestro país, el cartelismo de nuestra guerra es el más conocido y apreciado de nuestra historia y es el exponente que ha dejado una constancia más fehaciente de la peculiaridad que tuvo nuestra guerra de contar con una faceta artística y cultural que sin duda constituyó un valor universal.
Con las palabras de Jordi Carulla que preceden, del libro 'La Guerra Civil en 2000 carteles', la Fundación García Agüera presentó, durante los meses de octubre y noviembre de 2006 en la Cueva del Monaguilo, esta exposición de reproducciones de carteles históricos de ambos bandos, al conmemorarse los 75 años de la proclamación de la II República; una reciente ley declaraba el 2006 como Año de la Memoria Histórica, y acabarse de constituir en Coín un foro para su recuperación. |